martes, 11 de marzo de 2014

Voluntariado. De Comunidad a Servicios.

Días atrás de regreso de un encuentro de voluntariado en Madrid pude conversar en el autobús y después de un fin de semana intenso, sobre cuestiones entorno a la participación del voluntariado en los proyectos de las organizaciones del Tercer Sector.

La conversación se dirigió inevitablemente hacia el valor del voluntariado, las motivaciones, los fines, el componente ético del mismo y para mi sorpresa sobre la tendencia hacia la "monetarización" del mismo. Esto último me animó a interesarme sobre el tema
y escribir esto que lees.

En el libro Profundizar en el Voluntariado. Los retos hasta 2020 se recogen de diferentes estudios sobre participación y voluntariado, tres características que han repercutido sobre el ámbito participativo (Zurdo, 2011):
1) el proceso de individualización social, 2) la despolitización(que nos remite directamente a la individualización y la transformación del espacio público) 3) las dinámicas estatales de instrumentalización de la participación.

En mi opinión, el último punto es el que más se acerca a la discusión mantenida en el autobús. A pesar  de que ya tenía constancia de esta dinámica y las perversiones que en muchos casos produce
(pérdida de capacidad trasformadora, ausencia de crítica y denuncia organizada  u espontánea a través de grupos o comunidades) se introdujo un nuevo hecho desconocido para mí hasta el momento o en el cual no había reparado.
La cuantificación de manera monetaria como fórmula de contabilizar la aportación de las personas voluntarias a las actividades o tareas desempeñadas en los proyectos de las organizaciones en las que se incluyen.
Lo que podríamos entender como el reconocimiento por parte de diferentes administraciones o entidades financiadoras de la labor desempeñada y contribución de manera altruista (no siempre) en la decisión de dedicar tiempo, capacidades, o conocimientos para una actividad o una causa, pasa a ser una vez más un valor a calcular de manera económica pudiendo pervertir así  (a mi manera de ver) la utilidad social, los valores, las emociones y los fines intrínsecos de la acción en sí misma, como es la no retribución económica por la labor desempeñada.
La utilidad social de las acciones voluntarias no deberían tener precio, sin embargo, a estas alturas ya sabemos que lo que no se mide en términos económicos aparentemente no existe.
No quiero decir con esto que vayamos a cobrar por nuestro voluntariado, ni que no deba ponerse en valor la contribución que se hace, por supuesto que no. Sin embargo si la única manera de medir es a través de poner precio a nuestro tiempo de dedicación, y al parecer, este precio dependerá también de nuestra cualificación, ¡¡¡¡¡¡lo que faltaba!!!!, se corre el riesgo de que siga aumentando la tendencia ya existente del uso del voluntario o voluntaria como desarrolador de tareas y prestador de capacidades individuales, ya consensuadas previamente a través de la gestión y coordinación de un profesional.
La lógica a la que se ha llegado por gran parte de las organizaciones sociales es servir como meros proveedores de servicios a través de la correspondiente subvención (justificación a través de material tangible, facturas, fotografías...), dejando en último término la calidad del contenido y los resultados.
La participación desde la construcción y movilización conjunta, el desarrollo de valores democráticos, la denuncia de situaciones tremendamente alejadas de la justicia y la dignidad quedan así en el mejor de los casos en segundo plano.
Se constata que la última década y en el futuro, habrá una cada vez mayor demanda de voluntariado y ésta no tendra por qué ser bajo convicciones éticas de contribución y participación a la denuncia de una causa común pública. Hago referencia aquí tambien a la posibilidad de atraer el mayor número de personas voluntarias, aportando así para posibles propuestas de servicios a financiar a un mayor número de recursos humanos con los que apoyar la candidatura. 

En definitiva, se promueve una cada vez mayor búsqueda de objetivos e intereses particulares, en detrimento de los colectivos. Por ello debe considerarse imprescindible por parte de las entidades con voluntariado y de las personas voluntarias:

  • La reflexión y el consenso en el seno de las entidades del correcto equilibrio de la dimensión política, la dimensión social y la dimensión económica del voluntariado.
  • No promover la absorción de puestos de trabajo remunerado por trabajo solidario, siendo consecuentes con las repercusiones actuales de supresión de servicios públicos.
  • El trabajo coordinado entre personas voluntarias de diferentes organizaciones en la promoción de espacios de reflexión y debate, que tengan como eje central la denuncia de realidades compartidas.
  • Información y consentimiento de las voluntarias y voluntarios de la "monetarización" de su tiempo y dedicación a los proyectos.
  • Un mayor análisis desde un punto de vista ético de la contribución y colaboración del sector exclusivamente privado a través del conocido como voluntariado corporativo. 


Miriam S.C.

Fuente:

Plataforma del voluntariado de España. (2011) Profundizar en el Voluntariado. Los retos hasta 2020. Madrid.


Véase tambien:





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